miércoles, 18 de octubre de 2017

SINO

IX Concurso de Microrrelatos sobre Abogados. SEPTIEMBRE 2017

PALABRAS DEL MES: reparar, guía, imprescindible, careo, rápido




     ¿Cuál sería el sino de aquel juicio rápido? La cuestión no estaba clara, ni siquiera después del careo de los acusados. ¿Cuál sería el sino de la víctima? Fuera cual fuese la sentencia, no sería posible reparar el daño. ¿Cuál sería el sino de mi defendido? Una vez en el foro, todos pierden algo. ¿Cuál sería mi sino? Sería imprescindible que me luciera en las conclusiones, para sacar algo de provecho de aquel estropicio. Un acto de vanidad, ganar o ganar. Pero el careo había sido un revés, en pocos segundos lo había puesto todo patas arriba. Podía escribir una guía: cómo ser abogado y salir airoso de todos los pleitos. Algo pretencioso. Mejor escribiría una monografía: guía imprescindible para reparar un rápido y desafortunado careo. ¿Cuál sería el sino de aquel embarullamiento?






martes, 17 de octubre de 2017

NOMBRAMIENTO FRUSTRADO

IX Concurso de Microrrelatos sobre Abogados. FEBRERO 2017

PALABRAS DEL MES: biblioteca, collar, privilegio, olvido, confianza




El acto oficial llegaba a su fin, los discursos y agradecimientos dejaban paso al nombramiento. El Presidente electo del Alto Tribunal no gozaba de la confianza del colectivo de abogados, pero era un privilegio asistir al acto. La biblioteca estaba abarrotada de juristas, periodistas y autoridades; todos expectantes.
El nuevo Presidente prestó juramento y era el momento de imponerle la insignia más solemne. Los ujieres procedieron a ir a buscarla y, de repente, se oyó gritar: «El collar, el collar, ha desaparecido el collar».
El Gran Collar de la Justicia, labrado en metales y piedras preciosas, había sido robado, la tradición frustrada y la seguridad burlada. Un ujier mostró la caja de terciopelo  abierta, en la que alguien, que había perdido la fe en la justicia, había dejado una nota manuscrita con el mensaje: “Ni perdono, ni olvido”.



lunes, 16 de octubre de 2017

REENCUENTRO

X Premios literarios Constantí 2016

Relatos de amor

Noviembre 2016


El tren entró en la estación del que fuera mi pueblo durante un cuarto de siglo, con el retraso que recordaba habitual, aunque con tres horas y media de antelación a mi cita. Me había marchado, después de licenciarme en Derecho, para cursar un máster en el extranjero de un año de duración; una cosa me llevó a la otra y pasaron diez. Ya me había hecho a la idea de no volver nunca jamás a mi pasado, pero dos lustros después me vi obligado a regresar. Y todo había cambiado.
Me apeé del tren y, nada más pisar el andén, noté la baja temperatura de aquella húmeda mañana de otoño que me transportó al mundo que había abandonado tiempo atrás, resuelto a no regresar y con la esperanza de olvidarlo para siempre. Tras la niebla, divisé la vieja estación de ferrocarril: la habían pintado de un color rojo vivo y substituido las viejas taquillas por máquinas de última tecnología. Todo ello le daba un aire frio y despersonalizado, pero seguía siendo el mismo edificio que había sido testigo de mis viajes de ida y vuelta a la facultad y, finalmente, del último día en que abandoné el lugar: el día que me despedí y dejé a Carla en el andén, con los ojos empañados y la esperanza de volvernos a ver, cosa que no ocurriría hasta aquel día, diez años después.
Como llegué con tiempo suficiente, me dispuse a hacer el camino a pie hasta el centro, a pesar de que el cielo estaba encapotado. Mientras paseaba, intenté detectar cómo habían cambiado los edificios y los negocios que albergaban. Algunas casas antiguas de planta baja y piso habían dejado paso a algún edificio más alto, nada importante, pero todos los negocios habían cambiado. Las marcas de las grandes cadenas internacionales habían substituido a los comercios tradicionales y locales. Tan sólo quedaban dos: la farmacia y el estanco. Recordé y reconocí dónde había estado ubicado cada establecimiento: el colmado en el que quedaba con mis amigos antes de ir a clase, el bar donde quedábamos al salir, las tiendas donde comprábamos la ropa de moda y mi panadería favorita. Sentí el olor a pan recién horneado y me transporté al pasado. Se me hacía un nudo en la garganta y se me saltaban las lágrimas a cada recuerdo. Estaba comprendiendo el verdadero significado de la nostalgia.
Pasé por el parque, a medio camino del centro, y volví a recordar a mi primer y único amor, así como el primer y último beso que nos dimos, después de tantos años de relación, desde chiquillos. Me había marchado hacía diez años, abandonando familia, amigos y a mi gran amor. Dos lustros después me reencontraría con todos ellos. Pero aun quedaban dos horas, dos horas para armarme de valor.
Continué caminando por la Calle Mayor, que ahora, como todo el centro, era peatonal, y llegué a la Plaza del Ayuntamiento. Allí parecía haberse detenido el tiempo; allí seguían los mismos edificios y el mismo monumento central, perfectamente conservados. Y allí seguía el Casino: cafetería, restaurante y bar de copas, en el que desde adolescente y hasta los veinticinco años había desayunado, comido y emborrachado. Decidí entrar, me dirigí a la barra y pedí un café-cortado.
—¿Un cortado y un dónut? —me preguntó el camarero, que sin duda me había reconocido y recordaba que un cortado, un donut y un cigarrillo eran mi desayuno preferido. Pero ya no se podía fumar en el interior del Casino; algunas cosas ya nunca serían como antaño.
Diez años después, el que fuera mi rival había perdido el pelo, había engordado veinte quilos y se había dejado barba; aún así, yo también lo reconocí. Aquel camarero había sido testigo de casi todas mis citas con Carla, y había intentado levantármela a cada altibajo de nuestra relación.
—Te veo igual, David —mentí con una sonrisa, producto, más que de la alegría, de los nervios. Nos dimos la mano: nuestra rivalidad había finalizado, ya no había motivo para mantenerla.
Él también mintió al decirme que yo tampoco había cambiado. Aunque yo me sentía físicamente igual que hacía diez años, el tiempo no había pasado sin dejar su rastro; y aunque me negara a reconocerlo, ante el espejo era consciente de lo canoso que se me había vuelto el pelo y, si me acercaba lo suficiente, podía verme las arrugas. Me pregunté qué pensaría Carla de mi aspecto y se me aceleró el latido del corazón.
No reconocí a nadie más en el bar, los «habituales» habían dejado de serlo una década después. Intenté entablar algún tipo de conversación con David, pero no se me ocurrió nada oportuno; de hecho, me sentía un poco cohibido al pensar que me debía ver como el traidor que se marchó para encontrar una vida mejor, como si me hubiera avergonzado de todo el pueblo,  mientras él había pasado el tiempo en el mismo sitio, simplemente envejeciendo; el traidor que abandonó a su chica, pero no cerró la puerta lo suficiente para que rehiciera su vida con aquel camarero. Hice ademán de pagar, pero David gesticuló un «alto» con la mano y un «no» con la cabeza, entendí que pagaba la casa: por los viejos tiempos.
—Nos vemos ahora —me dijo, y entendí que él también asistiría al funeral.
Me dirigí hacia el único edificio que había estado evitando en mi paseo: la iglesia. Cuando divisé el campanario a lo lejos, me empezaron a temblar las rodillas. Tuve que parar a sentarme en un banco. Hacía años que no fumaba, pero aquel día se había convertido en el día de las excepciones. Así que me dirigí al estanco, compre una cajetilla de Camel, pedí fuego a alguien que me pareció conocido, aunque no llegué a ponerle nombre, y me fumé un cigarrillo. La primera calada se me atragantó y me sentí mareado, pero a la segunda, aquel olor me trasportó a mi juventud y me trajo más recuerdos. Sentía como si me estrangularan el cuello y las lágrimas me corrían por las mejillas. Me ruborizó la idea de que alguien conocido me viera. Encendí el segundo cigarrillo, reuní el ánimo necesario y me dirigí hacia la iglesia.
Vi a varios grupos de personas reunidos ante la puerta. No sabía si dirigirme hacia alguno en concreto o esperar un poco apartado, entonces Sergio llamó mi atención.
—Gracias por avisarme —le dije mientras nos dábamos un abrazo. Sergio todavía ostentaba la categoría de “mi mejor amigo”, a pesar de que nos habíamos visto solo una o dos veces en tantos años. Tuvo el detalle de llamarme para darme la peor de las noticias. Pronto se unieron el resto de la pandilla, no faltaba ninguno, excepto Carla.
Se hizo el silencio, se detuvo el tiempo, nos inundó una gran pena, nos miramos con complicidad, empezamos a llorar, nos abrazamos en un inútil intento de consolación y juntos entramos en la iglesia, para esperar a Carla.
El recorrido del féretro hasta el altar se me hizo eterno. Pasaron muchos recuerdos por mi cabeza. Aunque, por un sentimiento de culpabilidad, solo me detuve en los momentos en los que pensé que había decepcionado a Carla; especialmente en el día que me marché y la abandoné. Tardé diez años en reencontrarme con mi primer amor, pero fue para darle un último adiós.
Al finalizar la ceremonia, me dispuse a dar el pésame a los familiares de Carla. La verdad es que yo lo sentía tanto como ellos, también había sido mi niña, aunque la abandonara sin saber muy bien el porqué. Me abracé a su madre y estuvimos llorando un buen rato, comprendí que ella también sentía mi dolor. Me dijo que no me sintiera culpable y me entregó un papel con el usuario y password de una cuenta de e-mail donde Carla me había estado dirigiendo mensajes de forma ficticia. «El último deseo de Carla», me dijo al entregármelo.
En el viaje de regreso, abrí el portátil y tecleé la dirección que me había dado su madre: teesperaresiempre@gmail.com. Carla había escrito un mensaje cada semana, a modo de diario. Se había perdido los últimos diez años de mi vida, pero me regaló los diez de la suya, en forma de relatos; y el último rezaba así:

Mi niño,
Te he recordado, echado de menos y seguido amando, durante todos estos años. Te he esperado hasta el último día, y te hubiera seguido esperando si esta terrible enfermedad no me hubiera ganado la batalla. Nunca perdí la esperanza de que volvieras a buscarme y ahora tengo el convencimiento de que el destino nos reencontrará en otra parte. Sería injusto que, después de tanto tiempo esperando, no llegara el momento de volver a verte, abrazarte y besarte. Allí te esperaré, ya sin prisa y sin tanta angustia, porque allí, cuando nos volvamos a encontrar, será para siempre.
Te quiero
Carla

Había llegado al alba y me marché con el ocaso, pero he regresado año tras año, por nuestro aniversario, para depositar en su sepulcro diez rosas, una por cada año que estuvimos separados. Ya falta menos para nuestro reencuentro.

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domingo, 15 de octubre de 2017

MI VERDUGO

10º CONCURSO DE MICRORELATOS DE TERROR

35º FESTIVAL DE CINE DE TERROR DE MOLINS DE REI 2016. Octubre 2016




Estoy desorientado, el callejón está oscuro. Me persigue. Intento huir. Noto su respiración, cada vez más cerca de mí. Sus pasos son cada vez más rápidos, los míos cada vez más lentos. Debería notar el cansancio, pero el miedo no me lo permite. Caigo al suelo. Es mi fin. Presiento que cada vez está más cerca. Me intento levantar. Resbalo. Veo el coche patrulla, iluminado por una tenue farola. Quedan escasos metros. Me resisto a permanecer allí. Me levanto, me tambaleo y vuelvo a desfallecer. Cojo aire, me arrastro. Un paso mío, dos de él. El corazón se me acelera. Estoy más cerca de mi objetivo, mi salvación. Consigo alcanzar la puerta, está abierta. Estoy a punto de entrar. Veo la radio, pediré ayuda. Estiro el brazo y logro cogerla. Lo he conseguido. Casi.
          Advierto su presencia detrás de mí y noto su aliento en la nuca. Me susurra algo al oído y siento el frio del acero penetrar entre las costillas. Intento articular algún tipo de piedad. No la habrá. Un escalofrío. Nunca debí dejarle escapar. No, sabiendo lo que había hecho a aquellas niñas. Debí matarlo cuando lo tuve a tiro, nada de entregarlo a las autoridades, pero soy policía y era mi deber. Cumplir la Ley, las reglas, me va a costar la vida. Puede que tenga una segunda oportunidad, quizás no. Hay que pensar rápido, encontrar un arma, algo. Nada.
         De un manotazo, me da media vuelta. Estamos frente a frente. Me habla. Su saliva me salpica en la cara. Sonríe. No he notado la hoja entrar por segunda vez, pero ahora la veo salir. Sangre. El mundo se empieza a apagar. Hago un esfuerzo por volverlo a mirar. Mi verdugo, ten piedad. Frio. Oscuridad.


sábado, 14 de octubre de 2017

EL MAL

10º CONCURSO DE MICRORELATOS DE TERROR

35º FESTIVAL DE CINE DE TERROR DE MOLINS DE REI 2016. Octubre 2016




Dije que prefería ser enterrado en un nicho. Lo repetí en cada funeral. Es verdad que no lo dejé escrito en un testamento, pero todos lo sabían. Aunque también es cierto que mis allegados no han tenido la oportunidad de tomar la decisión. Sin embargo, aquí estoy, dentro de un ataúd, a punto de ser incinerado. Os preguntaréis si estoy muerto y si os hablo desde otro mundo. Nada más lejos de la realidad. Estoy vivito y coleando, eso sí, dentro de una caja de pino.
Se trata de una venganza. A los del otro bando no les gusta dejar pruebas. Y no me negaréis que este método tiene su eficacia, tan solo quedan reconocibles las cerraduras y las bisagras, aunque muy retorcidas. Y no es que me haya resignado, es que ya lo he intentado todo. Me he roto las uñas arañando la tapa, los codos golpeando los laterales y tengo los pies entumecidos de dar patadas. Antiguamente, te enterraban con una campanilla en los dedos, para llamar la atención si estabas vivo. ¡Qué tontería! Llevo horas gritando y golpeando, y nadie me oye.
Los pecados se pagan, decís, y yo he pecado en valor absoluto. No me arrepiento, espero que todas mis víctimas hayan sufrido. Así es la vida, una cuestión de extremos. Es necesario que exista gente como yo, para que haya otros que quieran equilibrar la balanza. Aunque incinerarme vivo, no lo veo un acto de una gran bondad, la verdad. Quizá estoy ganando la batalla, quizá está ganando el mal. Mi bando. No os dais cuenta, el mal es inherente al ser humano, por mucho que lo intentéis disimular.
Ya penetra el humo, me cuesta respirar. Noto el calor, no sé cómo ponerme, me empiezo a quemar. Me gusta. Ya falta menos para mi reencarnación. Tendré otra vida por delante para sembrar el mal. Me acordaré de todos vosotros. No os voy a decir adiós, os digo hasta pronto.


viernes, 13 de octubre de 2017

CEREMONIA

10º CONCURSO DE MICRORELATOS DE TERROR

35º FESTIVAL DE CINE DE TERROR DE MOLINS DE REI 2016. Octubre 2016




Entro en la iglesia y veo unos espectros, reunidos alrededor del altar. Me quedo paralizado. Intento salir por donde he entrado, pero la puerta está cerrada. Todo intento es inútil. ¿Cómo se combate a un fantasma?
Giro sobre mis pasos nuevamente hacia el altar, todos me están observando. Empiezo a dirigirme, poco a poco, hacia esos seres. Un momento, pero ¿por qué? Me detengo y me pregunto qué hago yo aquí. No soy un cazafantasmas, soy abogado. Soy católico, sí, pero no practicante. Mi asistencia a las ceremonias eclesiásticas se limita a bautizos, comuniones, bodas y funerales. No veo bebés, niños vestidos de marinero ni joven alguna vestida de blanco. Quizás he confundido la iglesia con la sala de un juzgado, pero tampoco veo a jueces, procuradores ni otros abogados. Nadie lleva toga.
         Una fuerza me lanza nuevamente hacia el altar, alguien me empuja. Entonces reparo en el sonido de las ruedas. Me siento enclaustrado. Miro a ambos lados y veo personas. Personas de carne y hueso. Sí, empiezo a reconocerlas. Realmente puede que se trate de un bautizo o una comunión, reconozco a familiares y amigos. Un momento. También puede que sea un juicio, reconozco a algunos compañeros de trabajo, abogados y procuradores; conocidos de mi día a día en los juzgados. Algo me saca de mis pensamientos,  el sonido de una triste melodía y oigo los sollozos en las primeras filas. Allí las veo, mirándome al pasar con las lágrimas corriendo por sus mejillas. Mi mujer y mis hijas.
       Ahora lo entiendo, pero no lo quiero creer. Todas estas personas, sentadas en bancos, y todos estos fantasmas, levitando alrededor del altar, están reunidos allí esperándome. No tengo que combatir a estos espectros, sino unirme a ellos. Es un funeral, sí, pero también un juicio: mi juicio final. No recibí la citación, no traigo preparado mi alegato.



jueves, 12 de octubre de 2017

PROTESTO

VIII Concurso de Microrrelatos sobre Abogados. OCTUBRE 2016

PALABRAS DEL MES: testificar, fallo, caja, inadmisión, ultrasonido




La inadmisión de las pruebas me está obligando a protestar, una y otra vez. Noto el sudor bajo la toga. De nada me está sirviendo haber llamado a testificar a un regimiento de expertos médicos. La caja lo está solucionando todo, el dinero ha corrido para tapar bocas. No voy a poder demostrar los fallos de seguridad. La negligencia médica, en la utilización de ultrasonidos, quedará impune. La cara del juez revela su decisión. Dictará una sentencia con fallo desfavorable. Adiós a mis pretensiones. Sospecho que el dinero de los poderosos también ha llegado a la judicatura. En este teatro, los hechos y los derechos ya no sirven para nada. Empiezo a pensar en mis alegaciones ante la segunda instancia, pero antes, vuelvo a protestar.


miércoles, 11 de octubre de 2017

ABOGADO RURAL

VIII Concurso de Microrrelatos sobre Abogados. SEPTIEMBRE 2016

PALABRAS DEL MES: pueblo, tarifa, especia, electrónico, poder




     Nunca pensé que representar a todo un pueblo sería tan ardua tarea. El consistorio había decidido cobrar una tarifa a todo agricultor que se negara a cultivar aquella especia. La decisión se había gestado y aprobado de forma impopular. Y allí estaba yo, abogando por los intereses contrapuestos entre el poder y el pueblo.
      Y en aquella ocasión, no estaba defendiendo los intereses de los ricos y poderosos, como era habitual desde mi despacho de la planta trece. Estaba ensuciando mis zapatos y los bajos de mi pantalón de traje con el barro de aquel patatal, que nunca permitiría que se convirtiera en el pretendido condimento vegetal, por muy aromático que fuera.
     Cuando recibí y leí aquel e-mail, era un orgulloso abogado de la gran ciudad. Cuando contesté aquel correo electrónico, no pensé que me convertiría en lo que soy: un abogado rural, orgulloso de serlo.

martes, 10 de octubre de 2017


HOJA EN BLANCO

VIII Concurso de Microrrelatos sobre Abogados. JUNIO 2016

PALABRAS DEL MES: refugiado, campo, mar, alambrada, abogado


 


     Me encontraba refugiado en el despacho, entre expedientes, códigos de leyes y manuales. La mesa de escritorio parecía un campo de batalla. A penas quedaba espacio para un documento más.
     Y una vez más, sabía lo que tenía que hacer, pero no sabía cómo hacerlo. Conocía los hechos y el derecho aplicable al asunto, pero ¿cómo hilvanarlos para convencer al Juez y ganar el caso? Me enfrentaba, como en tantas ocasiones, a la hoja en blanco. Llevaba días intentando redactar aquella demanda, pero a cada párrafo me asaltaba un mar de dudas. Conseguía escribir una línea, pero acababa borrando dos y editando cuatro. Hechos y fundamentos de derecho formaban una alambrada, que no me permitían llegar al Suplico.
     Al final llegó la inspiración y a final, del último otrosí, conseguí escribir mi nombre. Y debajo, pero no por ello menos importante, la palabra “Abogado”.

lunes, 9 de octubre de 2017

OFRECIMIENTO DE ACCIONES

VIII Concurso de Microrrelatos sobre Abogados. MAYO 2016

PALABRAS DEL MES: asentimiento, trigo, renuncia, genérico, ligar

 


 

     —¿Renuncia a las acciones civiles y penales? —preguntó el funcionario de la oficina judicial, repasando el formulario para ofrecimiento de acciones, por sexta vez aquella mañana.
     —No reclamo nada —contestó el empresario perjudicado, a pesar de haber perdido una fortuna.
     «No es trigo limpio», pensó su abogado mientras simulaba tomar notas y miraba a su cliente con asentimiento.
     El fiscal no se podía creer aquella farsa. «¿Alguien roba la fórmula magistral de un medicamento, que puede erradicar una enfermedad mortal que afecta a miles de personas en el planeta, y lo filtra a la competencia para que lo distribuya como medicamento genérico?».
     Aquella trama finalmente iba a acabar de ligar, cuando saliera a la luz que el ladrón de la fórmula era el hijo del empresario,  líder activista de una O.N.G.
     Nunca se reveló si sus actos fueron encaminados a salvar vidas humanas o a destrozar la de su padre.

sábado, 7 de octubre de 2017

CURIOSA ASISTENCIA

VIII Concurso de Microrrelatos sobre Abogados. ABRIL 2016

PALABRAS DEL MES: desestimar, guardia, impunidad, paliza, intercambio




Fue un fin de semana de lo más movido. Hacía meses que no tenía una guardia tan estresante. Ya estaba pensando en marcharme a casa, cuando vibró una vez más el móvil. Y como no podía ser de otra forma, se trataba de una nueva llamada desde comisaría.
         Aquella última asistencia fue de lo más curioso. El detenido había propinado una paliza a otro individuo, por estar flirteando con su mujer, en un local de intercambio.
A mí me pareció que, en circunstancias normales de la vida, podría alegar una causa de impunidad. Si alguien intenta propasarse con tu pareja, sacas el héroe que todos llevamos dentro y acudes a la defensa de la honra y el honor masculino.  No obstante, en el ámbito judicial, algo me decía, por ese matiz del consentimiento en un local de intercambio, que el juez me la iba a desestimar.