X Concurso de Microrrelatos sobre Abogados (Marzo 2018)
El
vicario judicial se tambaleaba como un columpio. Va y ven, va y ven. Lo hacía a
un ritmo acompasado. Va y ven, va y ven. Uno no sabía en qué momento se iba a
detener y sentenciar. Podía tardar horas, incluso días. Va y ven, va y ven. La
custodia del preso no podía demorarse más. Va y ven, va y ven. Se notaba que no
tenía un baremo claro para decidir sobre la vida o la muerte. Va y ven, va y
ven. El Alguacil, impaciente, le acercó la sentencia para su rúbrica: “Perdón
imposible, que se ejecute la condena”. Va y ven, va y ven. Por fin el vaivén
cesó. Cogió la pluma, cambió alguna cosa y devolvió el veredicto. Reanudó el
vaivén con una ancha sonrisa. El alguacil quedó atónito al leerla: “Perdón,
imposible que se ejecute la condena”. Va y ven, va y ven.
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