domingo, 26 de noviembre de 2017

IUSTITIA

V PREMIO INTERNACIONAL DE MICRORRELATOS
FUNDACIÓN CÉSAR EGIDO SERRANO (Noviembre 2017)



La diosa Iustitia lleva venda en los ojos. Dicen que como símbolo de fe, objetividad, independencia e imparcialidad. ¿Cómo puede impartir justicia si no puede ver los hechos?
Sostiene una balanza. Dicen que para medir la fuerza de apoyo de un caso y su oposición. Sin embargo, en demasiados casos sirve para pesar el dinero de una parte y, en función de la inclinación, otorgar una justicia u otra.
Porta una espada. ¡Como símbolo de venganza! ¿A caso la pena no debe tener fines de reeducación y reinserción social?
Iustitia marca nuestro destino, echado a suerte.




sábado, 25 de noviembre de 2017

En virtud de las palabras

V PREMIO INTERNACIONAL DE MICRORRELATOS

FUNDACIÓN CÉSAR EGIDO SERRANO (Noviembre 2017)




¿Qué armas tengo como abogado? Las palabras, sin lugar a dudas. La defensa de las libertades mediante mis alegatos en juicio. Palabras basadas en leyes y resoluciones judiciales. Pero tengo enemigos, fiscales y abogados contrarios que, en igualdad de condiciones, utilizarán las mismas palabras contra mis propósitos; contra los intereses de mis defendidos. En este escenario, los estrados, necesito dirigir mis palabras, convertirlas en argumentos que convenzan a ese ser, casi divino, llamado juez. Convencerle de la razón de mi defendido, pedírsela sin vacilación y conseguir que nos la otorgue en forma de sentencia.



viernes, 24 de noviembre de 2017

2073

I Certamen Microrrelatos Signo editores (Noviembre 2017)

SELECCIONADO




En el año 2073 no existen los abogados. Tampoco es necesario porque no existen los juzgados, jueces ni juicios. No hay Ley.
El derecho civil no existe porque nadie puede ser propietario; los bienes, las mujeres y los hijos no pertenecen a nadie. No hay conflictos porque nada ni nadie pertenece a otro. Al principio se llamó libertad, pero hoy algunos lo llamamos esclavitud.
Tampoco es necesario el derecho penal, porque todo el mundo puede hacer lo que quiera, aunque signifique despojar de derechos o poner en peligro la integridad física y moral, o hasta la vida, del prójimo. Al principio se llamó libertad, pero hay algunos que lo llamamos apocalipsis.
En el año 2073 no existen los abogados, oficialmente. Pero hay un grupo que seguimos abogando por restablecer la seguridad, la paz, la armonía y, en definitiva, los verdaderos derechos y libertades: aquellos que están limitados al respeto por los derechos y libertades de nuestros iguales.
En el año 2073, los que queremos volver a ser abogados, luchamos por recortar la libertad y por que vuelvan los juzgados, jueces y los juicios. Luchamos por que vuelva a imperar la Ley.



jueves, 23 de noviembre de 2017

ESCÁNDALO SEXUAL

I Certamen Microrrelatos Signo editores (Noviembre 2017)




El escándalo sexual volvió a azotar a la ciudad. La corrupción se había extendido del dinero a la carne. Los poderosos no sólo se creían con el derecho a echar mano a la caja sino también con el de echar mano a los traseros.
Como abogado, en estos casos, me hubiera complacido más actuar como acusación particular, pero un abogado no puede escoger sus casos, los casos le escogen a él —a pesar de lo que diga nuestro Estatuto y normas deontológicas al respecto—.
¿Cómo defender a un agresor sexual estando en contra de tales conductas? Tenía claro que no con empatía. Pero, al menos, debía defender sus derechos a la presunción de inocencia y a un juicio con todas las garantías. Pero no me podía conformar con esto. Debía encontrar una solución para mi defendido, pero también, y sobretodo, para la sociedad.
Me propuse continuar con mi defensa si el delito cometido era consecuencia de alguna patología susceptible de tratar, y por supuesto erradicar. En caso contrario, renunciaría a la defensa del caso.
Conseguí un acuerdo con el fiscal y el ingreso de mi defendido en un centro especializado.
Cómo acabará este episodio sólo la medicina y la Justicia lo decidirán.




miércoles, 22 de noviembre de 2017

TOGA, DERECHOS Y LIBERTADES

I Certamen Microrrelatos Signo editores (Noviembre 2017)




El hijo de mis clientes apareció muerto. Causa de la muerte: asistir a una manifestación pro derechos políticos. Lo que dictaminara el médico forense no importa.
Abogo como acusación particular en un caso de asesinato. El acusado: aún por definir. El sospechoso: la policía, el gobierno, el estado o todos a la vez.
Hasta la fecha, no he podido ejercer mi encargo ante un tribunal. No se ha admitido a trámite la querella. Mientras, alzo la voz ante quien quiera escuchar sobre la libertad, la justicia y la paz.
Mi caso no sólo versa sobre la punibilidad del homicidio, también del derecho a la libertad de pensamiento, opinión y expresión; de la libertad de manifestarlos y difundirlos sin riesgo a ser condenado a muerte.
No cejaré en el intento de otorgar el derecho a la presunción de inocencia, a un juicio público y al de defensa a aquellos que se lo negaron arbitrariamente al hijo de mis defendidos. Visto toga en demanda y defensa de derechos y libertades.
He perdido varias batallas, pero me consuela el hecho de que los derechos humanos ganarán la guerra, cuyas armas son la fuerza de las palabras, el dialogo y el tesón contra los actos de barbarie ultrajantes para la libertad.




martes, 21 de noviembre de 2017

TOGA Y ESPERANZA

II Concurso de microrrelatos la Malvaloca (Noviembre 2017)




Mi clienta está casada y tiene tres hijos. Uno por cada denuncia y perdón posterior. Mi clienta tiene treinta años y mi misión es que siga cumpliendo muchos más. No me lo pone fácil.
La he defendido en tres juicios, sobre malos tratos. He ganado los tres. Ella los ha perdido, cada vez que ha permitido incumplir la orden de alejamiento acordada por el juez.
Desde hace años, tengo preparada una demanda civil de divorcio. Tras cada procedimiento penal, la saco del archivo. Al cabo de poco tiempo, me pide que la vuelva a archivar.
Convenzo a los jueces, pero no consigo convencer a mi clienta de que dependencia y amor no son sinónimos; que soledad y libertad no son antónimos.
Tengo la esperanza, a pesar de que las lesiones son más graves a cada nuevo proceso judicial, de que la confianza y la seguridad de mi clienta triunfarán.





lunes, 20 de noviembre de 2017

El alegato

IX
Concurso de Microrrelatos sobre Abogados (Octubre 2017)





     Es mi última oportunidad. Estoy sentado en estrados y a punto de esgrimir mi alegato. Tengo que conseguir traspasar la barrera que existe entre letrado y juez. Convencerlo sin ningún género de duda. Desarticular la estrategia del abogado contrario y refutar sus alegaciones. En esta batalla entre iguales, sólo puede haber un ganador. Y tengo que ganar yo, por mi cliente, por sus derechos. Tengo que conciliar defensa y ofensa, medir mis palabras. A cada hecho, una prueba. A cada prueba, un fundamento jurídico. A cada fundamento de derecho, una razón a favor de la estrategia. Llega mi turno, sudo bajo la toga. «Tiene la palabra el letrado de la parte demandada». Todos me miran. Me tiemblan las rodillas, me armo de valor, miro hacia la presidencia y consigo esgrimir un «con la venia de su Señoría». Consigo llegar al final, no hay aplausos, sólo un «visto para sentencia».





sábado, 11 de noviembre de 2017

DE GUARDIA EL DÍA DE LOS MUERTOS

Concurso de historias del Día de Muertos ZENDA (Noviembre 2017)


El enterrador, encontró los cráneos. Eran las seis de la madrugada y los vio nada más cruzar la verja de entrada al cementerio. No le hizo falta encender la linterna; las velas, repartidas en forma de cruz, hacían que las calaveras parecieran en llamas. Aquella noche alguien había cruzado los ancestrales muros de piedra del cementerio y había perturbado la paz de los muertos.
El atestado de la policía judicial incluía una exhaustiva explicación de los hechos: alguien había allanado el camposanto, profanado varias tumbas, arrancado los cráneos a los esqueletos y los había repartido en cuatro montones, de mayor a menor tamaño, y finalmente había colocado velas a su alrededor formando una cruz. No existía, a priori, relación entre los difuntos. El registro de nichos y panteones les llevó hasta José, el jardinero, encontrado con claros síntomas de embriaguez y dormido en el interior de uno de los panteones profanados.
El día uno de noviembre me llamaron a media mañana del Colegio de Abogados. Tenía que presentarme en comisaría. Asistí al detenido, el jardinero del cementerio, único sospechoso y el último en haber pisado el cementerio el día de la profanación. Le aconsejé que no declarara, lo trasladaron al juzgado de guardia y, tras seguir mi consejo de no declarar, tampoco ante el juez, éste último acordó la inspección ocular y reconstrucción de los hechos.
Nos trasladamos al cementerio, el juez, el secretario, el detenido —custodiado por dos policías— y yo, el abogado en cuestión. Se presumía que José había profanado seis nichos y tres panteones, había arrancado doce cráneos a nueve esqueletizados difuntos y los había repartido en cuatro montones. Las cuentas no salían. Posteriormente colocó cirios a su alrededor y celebró su particular Halloween a base de alcohol de marca blanca del supermercado. Se hizo un croquis de toda la escena, unas cuantas fotografías, una nueva búsqueda, y seguían faltando tres esqueletos.
José no recordaba nada, la tarde anterior a los autos había estado recortando los cipreses; en algún momento sintió un fuerte golpe en la nuca y luego oscuridad. No recordaba haber comprado alcohol ni haberlo ingerido. El informe del médico forense corroboró la lesión, pero no si el estado de embriaguez fue inducido. Nos dejó con la duda y la posibilidad de que José se golpeara al caerse por la borrachera.
José era natural de México, tenía treinta años, mujer y dos hijos. Ningún antecedente penal ni policial. Ningún expediente disciplinario en el Ayuntamiento, lo tenían por un buen empleado municipal —cobraba poco y nunca se quejaba—. El enterrador, nunca lo había visto ebrio.
La inspección ocular reveló una inscripción hecha con la sangre del jardinero en una pared del panteón donde lo encontraron: «Esta casa está bendita porque sí nos dieron comidita».
El juez, a pesar de mi recurso en contra, dictó auto de prisión provisional, al menos hasta que cuadraran cráneos y esqueletos. Sin saberlo, en realidad había firmado su sentencia de muerte. Dos funcionarios de la prisión encontraron a José ahorcado en su celda.
Me consumía el enigma, la curiosidad por descubrir qué había llevado a mi cliente a tan desesperado desenlace y cómo encajaba todo con el ritual del cementerio. Abrí el expediente y, mientras leía, fui dibujando un mapa mental, intentando relacionar los hechos de alguna forma. Nada. Busqué varias veces algunos conceptos en Internet. Nada. Hasta que en lugar de conceptos aislados introduje varios a la vez: cráneos, velas, cementerio… Y, como una revelación, vinieron a mí algunos resultados con algo más de sentido. Cliqué en la Wikipedia: Día de Muertos en México. Y lo comprendí todo. Inmediatamente lo puse en conocimiento del juez.
José no había estado festejando el Día de Muertos, en el que se utilizan cráneos como trofeos para mostrarlos durante los rituales que simbolizan muerte y renacimiento. José había estado intentando acompañar las almas de algunos muertos en el tránsito entre la vida y la muerte. Los cuatro montones de calaveras, no estaban ordenadas de menor a mayor tamaño, sino que estaban ordenadas según los rumbos que la tradición mejicana daba a las almas de los difuntos: los muertos relacionados con el agua, los muertos en combate, los muertos por muerte natural y los niños muertos.
En la investigación se identificaron tres tumbas pertenecientes a difuntos cuya causa de la muerte fue el ahogo, tres pertenecientes a dos policías y un militar muertos en servicio, dos por muerte natural y un bebé. Cómo obtuvo José la información, nunca se supo. Pero seguían quedando tres calaveras sin identificar. La inscripción en el panteón era la rima cantada que repetían los niños al celebrar el Día de Muertos en México. Si les daban caramelos, se bendecía la casa, si no se los daban, se maldecía.
Como sea que, según la tradición, las almas debían transitar durante cuatro años por un camino difícil y tortuoso hasta llegar a su destino, podía facilitarse el camino mediante la colocación de doce cirios. De esta forma demostré al juez que las velas no formaban una cruz sino los cuatro puntos cardinales y que el norte debía apuntar a algún lugar especial para José, donde se hallaban las almas a acompañar. No fue difícil comprobar que el norte apuntaba hacía la casa del jardinero. El juez, sin mucha fe, ordenó visitar su casa, no tanto por mi descubrimiento sino porque aún no habían podido comunicar a la familia la noticia del suicidio.
Era el día dos de noviembre, el que, según la tradición del estado mejicano de Chiapas, las almas se marchaban. La primera llamada al timbre no obtuvo respuesta. Después de tres intentos, los dos policías optaron por forzar la puerta y entrar. Se llevaron una horrible sorpresa, alguien dejó escapar un grito. Descubrieron los cuerpos sin vida de la mujer e hijos de José. Estaban decapitados. En la pared, escrito en sangre, y esta vez no era la de José, rezaba: «Esta casa está embrujada porque no nos dieron nada».

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miércoles, 18 de octubre de 2017

SINO

IX Concurso de Microrrelatos sobre Abogados. SEPTIEMBRE 2017

PALABRAS DEL MES: reparar, guía, imprescindible, careo, rápido




     ¿Cuál sería el sino de aquel juicio rápido? La cuestión no estaba clara, ni siquiera después del careo de los acusados. ¿Cuál sería el sino de la víctima? Fuera cual fuese la sentencia, no sería posible reparar el daño. ¿Cuál sería el sino de mi defendido? Una vez en el foro, todos pierden algo. ¿Cuál sería mi sino? Sería imprescindible que me luciera en las conclusiones, para sacar algo de provecho de aquel estropicio. Un acto de vanidad, ganar o ganar. Pero el careo había sido un revés, en pocos segundos lo había puesto todo patas arriba. Podía escribir una guía: cómo ser abogado y salir airoso de todos los pleitos. Algo pretencioso. Mejor escribiría una monografía: guía imprescindible para reparar un rápido y desafortunado careo. ¿Cuál sería el sino de aquel embarullamiento?






martes, 17 de octubre de 2017

NOMBRAMIENTO FRUSTRADO

IX Concurso de Microrrelatos sobre Abogados. FEBRERO 2017

PALABRAS DEL MES: biblioteca, collar, privilegio, olvido, confianza




El acto oficial llegaba a su fin, los discursos y agradecimientos dejaban paso al nombramiento. El Presidente electo del Alto Tribunal no gozaba de la confianza del colectivo de abogados, pero era un privilegio asistir al acto. La biblioteca estaba abarrotada de juristas, periodistas y autoridades; todos expectantes.
El nuevo Presidente prestó juramento y era el momento de imponerle la insignia más solemne. Los ujieres procedieron a ir a buscarla y, de repente, se oyó gritar: «El collar, el collar, ha desaparecido el collar».
El Gran Collar de la Justicia, labrado en metales y piedras preciosas, había sido robado, la tradición frustrada y la seguridad burlada. Un ujier mostró la caja de terciopelo  abierta, en la que alguien, que había perdido la fe en la justicia, había dejado una nota manuscrita con el mensaje: “Ni perdono, ni olvido”.



lunes, 16 de octubre de 2017

REENCUENTRO

X Premios literarios Constantí 2016

Relatos de amor

Noviembre 2016


El tren entró en la estación del que fuera mi pueblo durante un cuarto de siglo, con el retraso que recordaba habitual, aunque con tres horas y media de antelación a mi cita. Me había marchado, después de licenciarme en Derecho, para cursar un máster en el extranjero de un año de duración; una cosa me llevó a la otra y pasaron diez. Ya me había hecho a la idea de no volver nunca jamás a mi pasado, pero dos lustros después me vi obligado a regresar. Y todo había cambiado.
Me apeé del tren y, nada más pisar el andén, noté la baja temperatura de aquella húmeda mañana de otoño que me transportó al mundo que había abandonado tiempo atrás, resuelto a no regresar y con la esperanza de olvidarlo para siempre. Tras la niebla, divisé la vieja estación de ferrocarril: la habían pintado de un color rojo vivo y substituido las viejas taquillas por máquinas de última tecnología. Todo ello le daba un aire frio y despersonalizado, pero seguía siendo el mismo edificio que había sido testigo de mis viajes de ida y vuelta a la facultad y, finalmente, del último día en que abandoné el lugar: el día que me despedí y dejé a Carla en el andén, con los ojos empañados y la esperanza de volvernos a ver, cosa que no ocurriría hasta aquel día, diez años después.
Como llegué con tiempo suficiente, me dispuse a hacer el camino a pie hasta el centro, a pesar de que el cielo estaba encapotado. Mientras paseaba, intenté detectar cómo habían cambiado los edificios y los negocios que albergaban. Algunas casas antiguas de planta baja y piso habían dejado paso a algún edificio más alto, nada importante, pero todos los negocios habían cambiado. Las marcas de las grandes cadenas internacionales habían substituido a los comercios tradicionales y locales. Tan sólo quedaban dos: la farmacia y el estanco. Recordé y reconocí dónde había estado ubicado cada establecimiento: el colmado en el que quedaba con mis amigos antes de ir a clase, el bar donde quedábamos al salir, las tiendas donde comprábamos la ropa de moda y mi panadería favorita. Sentí el olor a pan recién horneado y me transporté al pasado. Se me hacía un nudo en la garganta y se me saltaban las lágrimas a cada recuerdo. Estaba comprendiendo el verdadero significado de la nostalgia.
Pasé por el parque, a medio camino del centro, y volví a recordar a mi primer y único amor, así como el primer y último beso que nos dimos, después de tantos años de relación, desde chiquillos. Me había marchado hacía diez años, abandonando familia, amigos y a mi gran amor. Dos lustros después me reencontraría con todos ellos. Pero aun quedaban dos horas, dos horas para armarme de valor.
Continué caminando por la Calle Mayor, que ahora, como todo el centro, era peatonal, y llegué a la Plaza del Ayuntamiento. Allí parecía haberse detenido el tiempo; allí seguían los mismos edificios y el mismo monumento central, perfectamente conservados. Y allí seguía el Casino: cafetería, restaurante y bar de copas, en el que desde adolescente y hasta los veinticinco años había desayunado, comido y emborrachado. Decidí entrar, me dirigí a la barra y pedí un café-cortado.
—¿Un cortado y un dónut? —me preguntó el camarero, que sin duda me había reconocido y recordaba que un cortado, un donut y un cigarrillo eran mi desayuno preferido. Pero ya no se podía fumar en el interior del Casino; algunas cosas ya nunca serían como antaño.
Diez años después, el que fuera mi rival había perdido el pelo, había engordado veinte quilos y se había dejado barba; aún así, yo también lo reconocí. Aquel camarero había sido testigo de casi todas mis citas con Carla, y había intentado levantármela a cada altibajo de nuestra relación.
—Te veo igual, David —mentí con una sonrisa, producto, más que de la alegría, de los nervios. Nos dimos la mano: nuestra rivalidad había finalizado, ya no había motivo para mantenerla.
Él también mintió al decirme que yo tampoco había cambiado. Aunque yo me sentía físicamente igual que hacía diez años, el tiempo no había pasado sin dejar su rastro; y aunque me negara a reconocerlo, ante el espejo era consciente de lo canoso que se me había vuelto el pelo y, si me acercaba lo suficiente, podía verme las arrugas. Me pregunté qué pensaría Carla de mi aspecto y se me aceleró el latido del corazón.
No reconocí a nadie más en el bar, los «habituales» habían dejado de serlo una década después. Intenté entablar algún tipo de conversación con David, pero no se me ocurrió nada oportuno; de hecho, me sentía un poco cohibido al pensar que me debía ver como el traidor que se marchó para encontrar una vida mejor, como si me hubiera avergonzado de todo el pueblo,  mientras él había pasado el tiempo en el mismo sitio, simplemente envejeciendo; el traidor que abandonó a su chica, pero no cerró la puerta lo suficiente para que rehiciera su vida con aquel camarero. Hice ademán de pagar, pero David gesticuló un «alto» con la mano y un «no» con la cabeza, entendí que pagaba la casa: por los viejos tiempos.
—Nos vemos ahora —me dijo, y entendí que él también asistiría al funeral.
Me dirigí hacia el único edificio que había estado evitando en mi paseo: la iglesia. Cuando divisé el campanario a lo lejos, me empezaron a temblar las rodillas. Tuve que parar a sentarme en un banco. Hacía años que no fumaba, pero aquel día se había convertido en el día de las excepciones. Así que me dirigí al estanco, compre una cajetilla de Camel, pedí fuego a alguien que me pareció conocido, aunque no llegué a ponerle nombre, y me fumé un cigarrillo. La primera calada se me atragantó y me sentí mareado, pero a la segunda, aquel olor me trasportó a mi juventud y me trajo más recuerdos. Sentía como si me estrangularan el cuello y las lágrimas me corrían por las mejillas. Me ruborizó la idea de que alguien conocido me viera. Encendí el segundo cigarrillo, reuní el ánimo necesario y me dirigí hacia la iglesia.
Vi a varios grupos de personas reunidos ante la puerta. No sabía si dirigirme hacia alguno en concreto o esperar un poco apartado, entonces Sergio llamó mi atención.
—Gracias por avisarme —le dije mientras nos dábamos un abrazo. Sergio todavía ostentaba la categoría de “mi mejor amigo”, a pesar de que nos habíamos visto solo una o dos veces en tantos años. Tuvo el detalle de llamarme para darme la peor de las noticias. Pronto se unieron el resto de la pandilla, no faltaba ninguno, excepto Carla.
Se hizo el silencio, se detuvo el tiempo, nos inundó una gran pena, nos miramos con complicidad, empezamos a llorar, nos abrazamos en un inútil intento de consolación y juntos entramos en la iglesia, para esperar a Carla.
El recorrido del féretro hasta el altar se me hizo eterno. Pasaron muchos recuerdos por mi cabeza. Aunque, por un sentimiento de culpabilidad, solo me detuve en los momentos en los que pensé que había decepcionado a Carla; especialmente en el día que me marché y la abandoné. Tardé diez años en reencontrarme con mi primer amor, pero fue para darle un último adiós.
Al finalizar la ceremonia, me dispuse a dar el pésame a los familiares de Carla. La verdad es que yo lo sentía tanto como ellos, también había sido mi niña, aunque la abandonara sin saber muy bien el porqué. Me abracé a su madre y estuvimos llorando un buen rato, comprendí que ella también sentía mi dolor. Me dijo que no me sintiera culpable y me entregó un papel con el usuario y password de una cuenta de e-mail donde Carla me había estado dirigiendo mensajes de forma ficticia. «El último deseo de Carla», me dijo al entregármelo.
En el viaje de regreso, abrí el portátil y tecleé la dirección que me había dado su madre: teesperaresiempre@gmail.com. Carla había escrito un mensaje cada semana, a modo de diario. Se había perdido los últimos diez años de mi vida, pero me regaló los diez de la suya, en forma de relatos; y el último rezaba así:

Mi niño,
Te he recordado, echado de menos y seguido amando, durante todos estos años. Te he esperado hasta el último día, y te hubiera seguido esperando si esta terrible enfermedad no me hubiera ganado la batalla. Nunca perdí la esperanza de que volvieras a buscarme y ahora tengo el convencimiento de que el destino nos reencontrará en otra parte. Sería injusto que, después de tanto tiempo esperando, no llegara el momento de volver a verte, abrazarte y besarte. Allí te esperaré, ya sin prisa y sin tanta angustia, porque allí, cuando nos volvamos a encontrar, será para siempre.
Te quiero
Carla

Había llegado al alba y me marché con el ocaso, pero he regresado año tras año, por nuestro aniversario, para depositar en su sepulcro diez rosas, una por cada año que estuvimos separados. Ya falta menos para nuestro reencuentro.

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domingo, 15 de octubre de 2017

MI VERDUGO

10º CONCURSO DE MICRORELATOS DE TERROR

35º FESTIVAL DE CINE DE TERROR DE MOLINS DE REI 2016. Octubre 2016




Estoy desorientado, el callejón está oscuro. Me persigue. Intento huir. Noto su respiración, cada vez más cerca de mí. Sus pasos son cada vez más rápidos, los míos cada vez más lentos. Debería notar el cansancio, pero el miedo no me lo permite. Caigo al suelo. Es mi fin. Presiento que cada vez está más cerca. Me intento levantar. Resbalo. Veo el coche patrulla, iluminado por una tenue farola. Quedan escasos metros. Me resisto a permanecer allí. Me levanto, me tambaleo y vuelvo a desfallecer. Cojo aire, me arrastro. Un paso mío, dos de él. El corazón se me acelera. Estoy más cerca de mi objetivo, mi salvación. Consigo alcanzar la puerta, está abierta. Estoy a punto de entrar. Veo la radio, pediré ayuda. Estiro el brazo y logro cogerla. Lo he conseguido. Casi.
          Advierto su presencia detrás de mí y noto su aliento en la nuca. Me susurra algo al oído y siento el frio del acero penetrar entre las costillas. Intento articular algún tipo de piedad. No la habrá. Un escalofrío. Nunca debí dejarle escapar. No, sabiendo lo que había hecho a aquellas niñas. Debí matarlo cuando lo tuve a tiro, nada de entregarlo a las autoridades, pero soy policía y era mi deber. Cumplir la Ley, las reglas, me va a costar la vida. Puede que tenga una segunda oportunidad, quizás no. Hay que pensar rápido, encontrar un arma, algo. Nada.
         De un manotazo, me da media vuelta. Estamos frente a frente. Me habla. Su saliva me salpica en la cara. Sonríe. No he notado la hoja entrar por segunda vez, pero ahora la veo salir. Sangre. El mundo se empieza a apagar. Hago un esfuerzo por volverlo a mirar. Mi verdugo, ten piedad. Frio. Oscuridad.


sábado, 14 de octubre de 2017

EL MAL

10º CONCURSO DE MICRORELATOS DE TERROR

35º FESTIVAL DE CINE DE TERROR DE MOLINS DE REI 2016. Octubre 2016




Dije que prefería ser enterrado en un nicho. Lo repetí en cada funeral. Es verdad que no lo dejé escrito en un testamento, pero todos lo sabían. Aunque también es cierto que mis allegados no han tenido la oportunidad de tomar la decisión. Sin embargo, aquí estoy, dentro de un ataúd, a punto de ser incinerado. Os preguntaréis si estoy muerto y si os hablo desde otro mundo. Nada más lejos de la realidad. Estoy vivito y coleando, eso sí, dentro de una caja de pino.
Se trata de una venganza. A los del otro bando no les gusta dejar pruebas. Y no me negaréis que este método tiene su eficacia, tan solo quedan reconocibles las cerraduras y las bisagras, aunque muy retorcidas. Y no es que me haya resignado, es que ya lo he intentado todo. Me he roto las uñas arañando la tapa, los codos golpeando los laterales y tengo los pies entumecidos de dar patadas. Antiguamente, te enterraban con una campanilla en los dedos, para llamar la atención si estabas vivo. ¡Qué tontería! Llevo horas gritando y golpeando, y nadie me oye.
Los pecados se pagan, decís, y yo he pecado en valor absoluto. No me arrepiento, espero que todas mis víctimas hayan sufrido. Así es la vida, una cuestión de extremos. Es necesario que exista gente como yo, para que haya otros que quieran equilibrar la balanza. Aunque incinerarme vivo, no lo veo un acto de una gran bondad, la verdad. Quizá estoy ganando la batalla, quizá está ganando el mal. Mi bando. No os dais cuenta, el mal es inherente al ser humano, por mucho que lo intentéis disimular.
Ya penetra el humo, me cuesta respirar. Noto el calor, no sé cómo ponerme, me empiezo a quemar. Me gusta. Ya falta menos para mi reencarnación. Tendré otra vida por delante para sembrar el mal. Me acordaré de todos vosotros. No os voy a decir adiós, os digo hasta pronto.


viernes, 13 de octubre de 2017

CEREMONIA

10º CONCURSO DE MICRORELATOS DE TERROR

35º FESTIVAL DE CINE DE TERROR DE MOLINS DE REI 2016. Octubre 2016




Entro en la iglesia y veo unos espectros, reunidos alrededor del altar. Me quedo paralizado. Intento salir por donde he entrado, pero la puerta está cerrada. Todo intento es inútil. ¿Cómo se combate a un fantasma?
Giro sobre mis pasos nuevamente hacia el altar, todos me están observando. Empiezo a dirigirme, poco a poco, hacia esos seres. Un momento, pero ¿por qué? Me detengo y me pregunto qué hago yo aquí. No soy un cazafantasmas, soy abogado. Soy católico, sí, pero no practicante. Mi asistencia a las ceremonias eclesiásticas se limita a bautizos, comuniones, bodas y funerales. No veo bebés, niños vestidos de marinero ni joven alguna vestida de blanco. Quizás he confundido la iglesia con la sala de un juzgado, pero tampoco veo a jueces, procuradores ni otros abogados. Nadie lleva toga.
         Una fuerza me lanza nuevamente hacia el altar, alguien me empuja. Entonces reparo en el sonido de las ruedas. Me siento enclaustrado. Miro a ambos lados y veo personas. Personas de carne y hueso. Sí, empiezo a reconocerlas. Realmente puede que se trate de un bautizo o una comunión, reconozco a familiares y amigos. Un momento. También puede que sea un juicio, reconozco a algunos compañeros de trabajo, abogados y procuradores; conocidos de mi día a día en los juzgados. Algo me saca de mis pensamientos,  el sonido de una triste melodía y oigo los sollozos en las primeras filas. Allí las veo, mirándome al pasar con las lágrimas corriendo por sus mejillas. Mi mujer y mis hijas.
       Ahora lo entiendo, pero no lo quiero creer. Todas estas personas, sentadas en bancos, y todos estos fantasmas, levitando alrededor del altar, están reunidos allí esperándome. No tengo que combatir a estos espectros, sino unirme a ellos. Es un funeral, sí, pero también un juicio: mi juicio final. No recibí la citación, no traigo preparado mi alegato.



jueves, 12 de octubre de 2017

PROTESTO

VIII Concurso de Microrrelatos sobre Abogados. OCTUBRE 2016

PALABRAS DEL MES: testificar, fallo, caja, inadmisión, ultrasonido




La inadmisión de las pruebas me está obligando a protestar, una y otra vez. Noto el sudor bajo la toga. De nada me está sirviendo haber llamado a testificar a un regimiento de expertos médicos. La caja lo está solucionando todo, el dinero ha corrido para tapar bocas. No voy a poder demostrar los fallos de seguridad. La negligencia médica, en la utilización de ultrasonidos, quedará impune. La cara del juez revela su decisión. Dictará una sentencia con fallo desfavorable. Adiós a mis pretensiones. Sospecho que el dinero de los poderosos también ha llegado a la judicatura. En este teatro, los hechos y los derechos ya no sirven para nada. Empiezo a pensar en mis alegaciones ante la segunda instancia, pero antes, vuelvo a protestar.


miércoles, 11 de octubre de 2017

ABOGADO RURAL

VIII Concurso de Microrrelatos sobre Abogados. SEPTIEMBRE 2016

PALABRAS DEL MES: pueblo, tarifa, especia, electrónico, poder




     Nunca pensé que representar a todo un pueblo sería tan ardua tarea. El consistorio había decidido cobrar una tarifa a todo agricultor que se negara a cultivar aquella especia. La decisión se había gestado y aprobado de forma impopular. Y allí estaba yo, abogando por los intereses contrapuestos entre el poder y el pueblo.
      Y en aquella ocasión, no estaba defendiendo los intereses de los ricos y poderosos, como era habitual desde mi despacho de la planta trece. Estaba ensuciando mis zapatos y los bajos de mi pantalón de traje con el barro de aquel patatal, que nunca permitiría que se convirtiera en el pretendido condimento vegetal, por muy aromático que fuera.
     Cuando recibí y leí aquel e-mail, era un orgulloso abogado de la gran ciudad. Cuando contesté aquel correo electrónico, no pensé que me convertiría en lo que soy: un abogado rural, orgulloso de serlo.

martes, 10 de octubre de 2017


HOJA EN BLANCO

VIII Concurso de Microrrelatos sobre Abogados. JUNIO 2016

PALABRAS DEL MES: refugiado, campo, mar, alambrada, abogado


 


     Me encontraba refugiado en el despacho, entre expedientes, códigos de leyes y manuales. La mesa de escritorio parecía un campo de batalla. A penas quedaba espacio para un documento más.
     Y una vez más, sabía lo que tenía que hacer, pero no sabía cómo hacerlo. Conocía los hechos y el derecho aplicable al asunto, pero ¿cómo hilvanarlos para convencer al Juez y ganar el caso? Me enfrentaba, como en tantas ocasiones, a la hoja en blanco. Llevaba días intentando redactar aquella demanda, pero a cada párrafo me asaltaba un mar de dudas. Conseguía escribir una línea, pero acababa borrando dos y editando cuatro. Hechos y fundamentos de derecho formaban una alambrada, que no me permitían llegar al Suplico.
     Al final llegó la inspiración y a final, del último otrosí, conseguí escribir mi nombre. Y debajo, pero no por ello menos importante, la palabra “Abogado”.

lunes, 9 de octubre de 2017

OFRECIMIENTO DE ACCIONES

VIII Concurso de Microrrelatos sobre Abogados. MAYO 2016

PALABRAS DEL MES: asentimiento, trigo, renuncia, genérico, ligar

 


 

     —¿Renuncia a las acciones civiles y penales? —preguntó el funcionario de la oficina judicial, repasando el formulario para ofrecimiento de acciones, por sexta vez aquella mañana.
     —No reclamo nada —contestó el empresario perjudicado, a pesar de haber perdido una fortuna.
     «No es trigo limpio», pensó su abogado mientras simulaba tomar notas y miraba a su cliente con asentimiento.
     El fiscal no se podía creer aquella farsa. «¿Alguien roba la fórmula magistral de un medicamento, que puede erradicar una enfermedad mortal que afecta a miles de personas en el planeta, y lo filtra a la competencia para que lo distribuya como medicamento genérico?».
     Aquella trama finalmente iba a acabar de ligar, cuando saliera a la luz que el ladrón de la fórmula era el hijo del empresario,  líder activista de una O.N.G.
     Nunca se reveló si sus actos fueron encaminados a salvar vidas humanas o a destrozar la de su padre.

sábado, 7 de octubre de 2017

CURIOSA ASISTENCIA

VIII Concurso de Microrrelatos sobre Abogados. ABRIL 2016

PALABRAS DEL MES: desestimar, guardia, impunidad, paliza, intercambio




Fue un fin de semana de lo más movido. Hacía meses que no tenía una guardia tan estresante. Ya estaba pensando en marcharme a casa, cuando vibró una vez más el móvil. Y como no podía ser de otra forma, se trataba de una nueva llamada desde comisaría.
         Aquella última asistencia fue de lo más curioso. El detenido había propinado una paliza a otro individuo, por estar flirteando con su mujer, en un local de intercambio.
A mí me pareció que, en circunstancias normales de la vida, podría alegar una causa de impunidad. Si alguien intenta propasarse con tu pareja, sacas el héroe que todos llevamos dentro y acudes a la defensa de la honra y el honor masculino.  No obstante, en el ámbito judicial, algo me decía, por ese matiz del consentimiento en un local de intercambio, que el juez me la iba a desestimar.