domingo, 26 de noviembre de 2017

IUSTITIA

V PREMIO INTERNACIONAL DE MICRORRELATOS
FUNDACIÓN CÉSAR EGIDO SERRANO (Noviembre 2017)



La diosa Iustitia lleva venda en los ojos. Dicen que como símbolo de fe, objetividad, independencia e imparcialidad. ¿Cómo puede impartir justicia si no puede ver los hechos?
Sostiene una balanza. Dicen que para medir la fuerza de apoyo de un caso y su oposición. Sin embargo, en demasiados casos sirve para pesar el dinero de una parte y, en función de la inclinación, otorgar una justicia u otra.
Porta una espada. ¡Como símbolo de venganza! ¿A caso la pena no debe tener fines de reeducación y reinserción social?
Iustitia marca nuestro destino, echado a suerte.




sábado, 25 de noviembre de 2017

En virtud de las palabras

V PREMIO INTERNACIONAL DE MICRORRELATOS

FUNDACIÓN CÉSAR EGIDO SERRANO (Noviembre 2017)




¿Qué armas tengo como abogado? Las palabras, sin lugar a dudas. La defensa de las libertades mediante mis alegatos en juicio. Palabras basadas en leyes y resoluciones judiciales. Pero tengo enemigos, fiscales y abogados contrarios que, en igualdad de condiciones, utilizarán las mismas palabras contra mis propósitos; contra los intereses de mis defendidos. En este escenario, los estrados, necesito dirigir mis palabras, convertirlas en argumentos que convenzan a ese ser, casi divino, llamado juez. Convencerle de la razón de mi defendido, pedírsela sin vacilación y conseguir que nos la otorgue en forma de sentencia.



viernes, 24 de noviembre de 2017

2073

I Certamen Microrrelatos Signo editores (Noviembre 2017)

SELECCIONADO




En el año 2073 no existen los abogados. Tampoco es necesario porque no existen los juzgados, jueces ni juicios. No hay Ley.
El derecho civil no existe porque nadie puede ser propietario; los bienes, las mujeres y los hijos no pertenecen a nadie. No hay conflictos porque nada ni nadie pertenece a otro. Al principio se llamó libertad, pero hoy algunos lo llamamos esclavitud.
Tampoco es necesario el derecho penal, porque todo el mundo puede hacer lo que quiera, aunque signifique despojar de derechos o poner en peligro la integridad física y moral, o hasta la vida, del prójimo. Al principio se llamó libertad, pero hay algunos que lo llamamos apocalipsis.
En el año 2073 no existen los abogados, oficialmente. Pero hay un grupo que seguimos abogando por restablecer la seguridad, la paz, la armonía y, en definitiva, los verdaderos derechos y libertades: aquellos que están limitados al respeto por los derechos y libertades de nuestros iguales.
En el año 2073, los que queremos volver a ser abogados, luchamos por recortar la libertad y por que vuelvan los juzgados, jueces y los juicios. Luchamos por que vuelva a imperar la Ley.



jueves, 23 de noviembre de 2017

ESCÁNDALO SEXUAL

I Certamen Microrrelatos Signo editores (Noviembre 2017)




El escándalo sexual volvió a azotar a la ciudad. La corrupción se había extendido del dinero a la carne. Los poderosos no sólo se creían con el derecho a echar mano a la caja sino también con el de echar mano a los traseros.
Como abogado, en estos casos, me hubiera complacido más actuar como acusación particular, pero un abogado no puede escoger sus casos, los casos le escogen a él —a pesar de lo que diga nuestro Estatuto y normas deontológicas al respecto—.
¿Cómo defender a un agresor sexual estando en contra de tales conductas? Tenía claro que no con empatía. Pero, al menos, debía defender sus derechos a la presunción de inocencia y a un juicio con todas las garantías. Pero no me podía conformar con esto. Debía encontrar una solución para mi defendido, pero también, y sobretodo, para la sociedad.
Me propuse continuar con mi defensa si el delito cometido era consecuencia de alguna patología susceptible de tratar, y por supuesto erradicar. En caso contrario, renunciaría a la defensa del caso.
Conseguí un acuerdo con el fiscal y el ingreso de mi defendido en un centro especializado.
Cómo acabará este episodio sólo la medicina y la Justicia lo decidirán.




miércoles, 22 de noviembre de 2017

TOGA, DERECHOS Y LIBERTADES

I Certamen Microrrelatos Signo editores (Noviembre 2017)




El hijo de mis clientes apareció muerto. Causa de la muerte: asistir a una manifestación pro derechos políticos. Lo que dictaminara el médico forense no importa.
Abogo como acusación particular en un caso de asesinato. El acusado: aún por definir. El sospechoso: la policía, el gobierno, el estado o todos a la vez.
Hasta la fecha, no he podido ejercer mi encargo ante un tribunal. No se ha admitido a trámite la querella. Mientras, alzo la voz ante quien quiera escuchar sobre la libertad, la justicia y la paz.
Mi caso no sólo versa sobre la punibilidad del homicidio, también del derecho a la libertad de pensamiento, opinión y expresión; de la libertad de manifestarlos y difundirlos sin riesgo a ser condenado a muerte.
No cejaré en el intento de otorgar el derecho a la presunción de inocencia, a un juicio público y al de defensa a aquellos que se lo negaron arbitrariamente al hijo de mis defendidos. Visto toga en demanda y defensa de derechos y libertades.
He perdido varias batallas, pero me consuela el hecho de que los derechos humanos ganarán la guerra, cuyas armas son la fuerza de las palabras, el dialogo y el tesón contra los actos de barbarie ultrajantes para la libertad.




martes, 21 de noviembre de 2017

TOGA Y ESPERANZA

II Concurso de microrrelatos la Malvaloca (Noviembre 2017)




Mi clienta está casada y tiene tres hijos. Uno por cada denuncia y perdón posterior. Mi clienta tiene treinta años y mi misión es que siga cumpliendo muchos más. No me lo pone fácil.
La he defendido en tres juicios, sobre malos tratos. He ganado los tres. Ella los ha perdido, cada vez que ha permitido incumplir la orden de alejamiento acordada por el juez.
Desde hace años, tengo preparada una demanda civil de divorcio. Tras cada procedimiento penal, la saco del archivo. Al cabo de poco tiempo, me pide que la vuelva a archivar.
Convenzo a los jueces, pero no consigo convencer a mi clienta de que dependencia y amor no son sinónimos; que soledad y libertad no son antónimos.
Tengo la esperanza, a pesar de que las lesiones son más graves a cada nuevo proceso judicial, de que la confianza y la seguridad de mi clienta triunfarán.





lunes, 20 de noviembre de 2017

El alegato

IX
Concurso de Microrrelatos sobre Abogados (Octubre 2017)





     Es mi última oportunidad. Estoy sentado en estrados y a punto de esgrimir mi alegato. Tengo que conseguir traspasar la barrera que existe entre letrado y juez. Convencerlo sin ningún género de duda. Desarticular la estrategia del abogado contrario y refutar sus alegaciones. En esta batalla entre iguales, sólo puede haber un ganador. Y tengo que ganar yo, por mi cliente, por sus derechos. Tengo que conciliar defensa y ofensa, medir mis palabras. A cada hecho, una prueba. A cada prueba, un fundamento jurídico. A cada fundamento de derecho, una razón a favor de la estrategia. Llega mi turno, sudo bajo la toga. «Tiene la palabra el letrado de la parte demandada». Todos me miran. Me tiemblan las rodillas, me armo de valor, miro hacia la presidencia y consigo esgrimir un «con la venia de su Señoría». Consigo llegar al final, no hay aplausos, sólo un «visto para sentencia».





sábado, 11 de noviembre de 2017

DE GUARDIA EL DÍA DE LOS MUERTOS

Concurso de historias del Día de Muertos ZENDA (Noviembre 2017)


El enterrador, encontró los cráneos. Eran las seis de la madrugada y los vio nada más cruzar la verja de entrada al cementerio. No le hizo falta encender la linterna; las velas, repartidas en forma de cruz, hacían que las calaveras parecieran en llamas. Aquella noche alguien había cruzado los ancestrales muros de piedra del cementerio y había perturbado la paz de los muertos.
El atestado de la policía judicial incluía una exhaustiva explicación de los hechos: alguien había allanado el camposanto, profanado varias tumbas, arrancado los cráneos a los esqueletos y los había repartido en cuatro montones, de mayor a menor tamaño, y finalmente había colocado velas a su alrededor formando una cruz. No existía, a priori, relación entre los difuntos. El registro de nichos y panteones les llevó hasta José, el jardinero, encontrado con claros síntomas de embriaguez y dormido en el interior de uno de los panteones profanados.
El día uno de noviembre me llamaron a media mañana del Colegio de Abogados. Tenía que presentarme en comisaría. Asistí al detenido, el jardinero del cementerio, único sospechoso y el último en haber pisado el cementerio el día de la profanación. Le aconsejé que no declarara, lo trasladaron al juzgado de guardia y, tras seguir mi consejo de no declarar, tampoco ante el juez, éste último acordó la inspección ocular y reconstrucción de los hechos.
Nos trasladamos al cementerio, el juez, el secretario, el detenido —custodiado por dos policías— y yo, el abogado en cuestión. Se presumía que José había profanado seis nichos y tres panteones, había arrancado doce cráneos a nueve esqueletizados difuntos y los había repartido en cuatro montones. Las cuentas no salían. Posteriormente colocó cirios a su alrededor y celebró su particular Halloween a base de alcohol de marca blanca del supermercado. Se hizo un croquis de toda la escena, unas cuantas fotografías, una nueva búsqueda, y seguían faltando tres esqueletos.
José no recordaba nada, la tarde anterior a los autos había estado recortando los cipreses; en algún momento sintió un fuerte golpe en la nuca y luego oscuridad. No recordaba haber comprado alcohol ni haberlo ingerido. El informe del médico forense corroboró la lesión, pero no si el estado de embriaguez fue inducido. Nos dejó con la duda y la posibilidad de que José se golpeara al caerse por la borrachera.
José era natural de México, tenía treinta años, mujer y dos hijos. Ningún antecedente penal ni policial. Ningún expediente disciplinario en el Ayuntamiento, lo tenían por un buen empleado municipal —cobraba poco y nunca se quejaba—. El enterrador, nunca lo había visto ebrio.
La inspección ocular reveló una inscripción hecha con la sangre del jardinero en una pared del panteón donde lo encontraron: «Esta casa está bendita porque sí nos dieron comidita».
El juez, a pesar de mi recurso en contra, dictó auto de prisión provisional, al menos hasta que cuadraran cráneos y esqueletos. Sin saberlo, en realidad había firmado su sentencia de muerte. Dos funcionarios de la prisión encontraron a José ahorcado en su celda.
Me consumía el enigma, la curiosidad por descubrir qué había llevado a mi cliente a tan desesperado desenlace y cómo encajaba todo con el ritual del cementerio. Abrí el expediente y, mientras leía, fui dibujando un mapa mental, intentando relacionar los hechos de alguna forma. Nada. Busqué varias veces algunos conceptos en Internet. Nada. Hasta que en lugar de conceptos aislados introduje varios a la vez: cráneos, velas, cementerio… Y, como una revelación, vinieron a mí algunos resultados con algo más de sentido. Cliqué en la Wikipedia: Día de Muertos en México. Y lo comprendí todo. Inmediatamente lo puse en conocimiento del juez.
José no había estado festejando el Día de Muertos, en el que se utilizan cráneos como trofeos para mostrarlos durante los rituales que simbolizan muerte y renacimiento. José había estado intentando acompañar las almas de algunos muertos en el tránsito entre la vida y la muerte. Los cuatro montones de calaveras, no estaban ordenadas de menor a mayor tamaño, sino que estaban ordenadas según los rumbos que la tradición mejicana daba a las almas de los difuntos: los muertos relacionados con el agua, los muertos en combate, los muertos por muerte natural y los niños muertos.
En la investigación se identificaron tres tumbas pertenecientes a difuntos cuya causa de la muerte fue el ahogo, tres pertenecientes a dos policías y un militar muertos en servicio, dos por muerte natural y un bebé. Cómo obtuvo José la información, nunca se supo. Pero seguían quedando tres calaveras sin identificar. La inscripción en el panteón era la rima cantada que repetían los niños al celebrar el Día de Muertos en México. Si les daban caramelos, se bendecía la casa, si no se los daban, se maldecía.
Como sea que, según la tradición, las almas debían transitar durante cuatro años por un camino difícil y tortuoso hasta llegar a su destino, podía facilitarse el camino mediante la colocación de doce cirios. De esta forma demostré al juez que las velas no formaban una cruz sino los cuatro puntos cardinales y que el norte debía apuntar a algún lugar especial para José, donde se hallaban las almas a acompañar. No fue difícil comprobar que el norte apuntaba hacía la casa del jardinero. El juez, sin mucha fe, ordenó visitar su casa, no tanto por mi descubrimiento sino porque aún no habían podido comunicar a la familia la noticia del suicidio.
Era el día dos de noviembre, el que, según la tradición del estado mejicano de Chiapas, las almas se marchaban. La primera llamada al timbre no obtuvo respuesta. Después de tres intentos, los dos policías optaron por forzar la puerta y entrar. Se llevaron una horrible sorpresa, alguien dejó escapar un grito. Descubrieron los cuerpos sin vida de la mujer e hijos de José. Estaban decapitados. En la pared, escrito en sangre, y esta vez no era la de José, rezaba: «Esta casa está embrujada porque no nos dieron nada».

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